viernes, 29 de agosto de 2014

El artificio analítico

Un artificio es una invención, un objeto que es resultado del ingenio humano y no de la naturaleza, como lo puede ser una obra de arte, un aparato o una máquina. Es también algo del orden de la ilusión, en tanto que toda invención requiere de una buena dosis de ficción. Nietzsche decía que todos los hombres somos mentirosos, o, lo que sería lo mismo, y en términos más bellos, somos artistas. El artificio, como creación artificial del hombre, requiere de la imaginación y la fantasía. En buena medida, todo lo que hacemos es un artificio, aunque algunos son más ingeniosos que otros. 

Sin profundizar en ello, Jacques Lacan llegó a referirse al diván psicoanalítico como un artificio. Ensayando una posible explicación, el diván —así como todo el espacio analítico— es un dispositivo que instaura una colocación, tanto de los sujetos como de los objetos, para llevar a cabo una experiencia singular y distinta a todas las demás, tan artificial como ella puede serlo. Una disposición que es resultado, en buena medida, de situaciones que fueron contingentes, pero que ya se constituye como un artificio único. Una ingeniosa invención que tuvo sus orígenes con Sigmund Freud. 

Lo mismo podría decirse del saber analítico, que no es más que un artificio. Nuevamente como el artista —Picasso, en este caso— el psicoanalista no busca, encuentra, y a partir de ese encuentro instaura un saber artificial que a cada momento, con cada nuevo encuentro, se expone a ser desarmado. El saber del psicoanálisis nunca está acabado. No es una obra cerrada ni clausurada. Es un artificio que una y otra vez está siendo reinventado. 

El psicoanálisis —experiencia, dispositivo y saber— es un artificio.