martes, 5 de mayo de 2015

Sobre la formación del analista

Mucho se ha escrito acerca de la formación del analista a lo largo de la historia del psicoanálisis. A pesar de ello, tan acostumbrados están algunos a la formación de los estudios profesionales, que se llega a creer que la única vía para dedicarse al psicoanálisis es estudiando en alguno de esos centros, colegios e institutos que actualmente ofrecen posgrados en "terapia psicoanalítica", "teoría psicoanalítica" o "psicoterapia psicoanalítica" (sea lo que sea que eso signifique). Incluso, hay quienes saben que no se requiere de una profesionalización para dedicarse al psicoanálisis, pero siguen buscando obtener el papel que los avale en su práctica (como se dice: "papelito habla"). La institución llega a convertirse en esa especie de gran Otro que habría de respaldar su actividad. Pues bien, creo que estos lugares, así como la formación que dicen ofrecer, tienden a perder de vista que lo fundamental del psicoanálisis no es la teoría sino la experiencia analítica, la cual no se obtiene por medio de estudios profesionales de ningún tipo. Sigmund Freud no pudo haber sido más claro al respecto. 

En su escrito “¿Debe enseñarse el psicoanálisis en la universidad?” (1919), Freud reconoce la satisfacción moral que implicaría la incorporación del psicoanálisis en la enseñanza universitaria, pero sostiene que el psicoanalista puede prescindir de la universidad sin menoscabo alguno de su formación. Esto significa que el psicoanálisis no es un saber que dependa de disciplina universitaria alguna. Son otros los elementos que caracterizan la formación del analista. En cuanto a la orientación teórica, ésta se puede obtener a través del estudio de la bibliografía respectiva (lo cual representa una disciplina propia y no un amo que haga la función de maestro), por la asistencia a las sesiones de las asociaciones psicoanalíticas y por el contacto personal con los miembros más antiguos (ambos aspectos refieren a la incorporación del analista en el medio psicoanalítico). Y la experiencia práctica ―que me parece es lo fundamental del psicoanálisis― se adquiere a través del propio análisis y por el ejercicio clínico bajo control.

De esos elementos formativos, en “¿Pueden los legos ejercer el análisis?” de 1926, Freud destaca que el último se hallaría a nivel de exigencia: “Ahora bien, exigimos que todo el que quiera ejercer en otros el análisis se someta antes, él mismo, a un análisis. Sólo en el curso de este «autoanálisis» (como equivocadamente se lo llama), cuando vivencia de hecho los procesos postulados por el análisis en su propia persona ―mejor dicho: en su propia alma―, adquiere las convicciones que después lo guiarán como analista”. No importando si se trata de un médico o de alguien que provenga del campo de la psicología, la filosofía, la antropología, la lingüística o cualquier otra disciplina universitaria, la principal exigencia para aquel que desee ejercer como analista es el haber pasado por la experiencia de análisis. Del mismo modo, ni toda la teoría psicoanalítica junta, en todas sus múltiples variaciones, puede sustituir a la experiencia analítica. La formación del analista no pasa por una profesionalización de ningún tipo.