Al releer los consejos que Freud proporciona en sus escritos
técnicos, recordé el texto “Nuevas vías en la técnica psicoanalítica” de
Theodor Reik, escrito en 1932 (publicado en español en Me cayó el veinte, núm. 10). Reik destaca ahí que la esencia del
proceso analítico consiste en una serie de conmociones [shocks], cuyo carácter particular puede ser definido por la
sorpresa. Ese elemento sorpresivo es el resultado de encontrarse con momentos y
circunstancias inesperados, pero que en buena medida ya se sabía de ellos pero
se hallaban reprimidos; es decir, es efecto de ubicar ese saber no sabido. “En
otras palabras ―dice Reik― la sorpresa es la expresión de nuestra lucha contra
cualquier llamado que nos insta a reconocer algo sabido por nosotros de tiempo
atrás, que se ha vuelto inconsciente”.
Este factor sorpresa del análisis es recibido, además, con
cierta dosis de placer, como cuando alguien escucha un chiste. El analizante puede
llegar a sonreír al darse cuenta de cierta asociación que hasta ese momento se
le había escapado; de recordar algo que parecía totalmente olvidado; al
reconocer que guarda ciertos sentimientos o pensamientos que había omitido o
negado; de escucharse a sí mismo desde otra posición subjetiva. La sorpresa surge
cuando menos se la espera, en el momento más imprevisto, sin provocaciones ni
constricciones a su aparición. En este sentido, bien dice Reik que el que no
busca, encuentra.
El elemento sorpresivo que caracteriza a la experiencia
analítica, tal y como la vive el analizante, debe poseer un correlato con la escucha
del analista. En sus consejos
sobre la técnica psicoanalítica, Freud destaca que el éxito del trabajo
analítico se asegura mejor cuando uno procede como al azar, dejándose sorprender
por los virajes que ocurren durante el análisis, abordándolos cada vez con
ingenuidad y sin premisas previas. En este sentido, el analista debe poseer una
apertura para aquello que resulta inesperado para el analizante. Esto significa
no anticiparse en ningún momento: no prever ni prevenir ni predecir. Hay que permitir
que advenga un acontecimiento totalmente nuevo en el marco de un dispositivo
analítico. Las formaciones del inconsciente acontecen, no se las puede provocar.
Esto implica, por supuesto, de parte del analista, hacer a
un lado las elaboraciones y lucubraciones de carácter teórico. La escucha del
analista sería obturada por ellas. Abandonar las premisas, las categorías, los
diagnósticos, las fórmulas e incluso las técnicas mecanizadas (aspecto que un
Edward Glover no tuvo en cuenta al buscar la estandarización). Incluso la
conciencia del analista se convierte en un obstáculo para la escucha. En tanto
psicoanalistas, debemos dejarnos llevar por el inconsciente y dejarnos
sorprender antes sus manifestaciones. De lo contrario, estaremos haciendo
cualquier otra cosa, menos escuchar al otro.