jueves, 9 de julio de 2015

El que no busca, encuentra

Al releer los consejos que Freud proporciona en sus escritos técnicos, recordé el texto “Nuevas vías en la técnica psicoanalítica” de Theodor Reik, escrito en 1932 (publicado en español en Me cayó el veinte, núm. 10). Reik destaca ahí que la esencia del proceso analítico consiste en una serie de conmociones [shocks], cuyo carácter particular puede ser definido por la sorpresa. Ese elemento sorpresivo es el resultado de encontrarse con momentos y circunstancias inesperados, pero que en buena medida ya se sabía de ellos pero se hallaban reprimidos; es decir, es efecto de ubicar ese saber no sabido. “En otras palabras ―dice Reik― la sorpresa es la expresión de nuestra lucha contra cualquier llamado que nos insta a reconocer algo sabido por nosotros de tiempo atrás, que se ha vuelto inconsciente”.

Este factor sorpresa del análisis es recibido, además, con cierta dosis de placer, como cuando alguien escucha un chiste. El analizante puede llegar a sonreír al darse cuenta de cierta asociación que hasta ese momento se le había escapado; de recordar algo que parecía totalmente olvidado; al reconocer que guarda ciertos sentimientos o pensamientos que había omitido o negado; de escucharse a sí mismo desde otra posición subjetiva. La sorpresa surge cuando menos se la espera, en el momento más imprevisto, sin provocaciones ni constricciones a su aparición. En este sentido, bien dice Reik que el que no busca, encuentra.

El elemento sorpresivo que caracteriza a la experiencia analítica, tal y como la vive el analizante, debe poseer un correlato con la escucha del analista. En sus consejos sobre la técnica psicoanalítica, Freud destaca que el éxito del trabajo analítico se asegura mejor cuando uno procede como al azar, dejándose sorprender por los virajes que ocurren durante el análisis, abordándolos cada vez con ingenuidad y sin premisas previas. En este sentido, el analista debe poseer una apertura para aquello que resulta inesperado para el analizante. Esto significa no anticiparse en ningún momento: no prever ni prevenir ni predecir. Hay que permitir que advenga un acontecimiento totalmente nuevo en el marco de un dispositivo analítico. Las formaciones del inconsciente acontecen, no se las puede provocar.

Esto implica, por supuesto, de parte del analista, hacer a un lado las elaboraciones y lucubraciones de carácter teórico. La escucha del analista sería obturada por ellas. Abandonar las premisas, las categorías, los diagnósticos, las fórmulas e incluso las técnicas mecanizadas (aspecto que un Edward Glover no tuvo en cuenta al buscar la estandarización). Incluso la conciencia del analista se convierte en un obstáculo para la escucha. En tanto psicoanalistas, debemos dejarnos llevar por el inconsciente y dejarnos sorprender antes sus manifestaciones. De lo contrario, estaremos haciendo cualquier otra cosa, menos escuchar al otro.  

2 comentarios:

  1. Caro Jaime, excelente texto. Poderíamos acrescentar, em tais casos, o que vulgarmente conhecemos como "ato falho"? Abraços.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Claro! Así lo creo, el acto fallido es otro de esos casos que nos agarra por sorpresa, tanto en análisis como fuera de él. Gracias por tu comentario.

      Eliminar