La relación entre el
psicoanálisis y la literatura es compleja y por muchos reconocida. Tal vez habría que hablar de relaciones y no de un único tipo de relación. Por una parte, no existe
una subordinación de la segunda al primero, sino una verdadera ligazón que los hace
cómplices. El psicoanálisis se ha ayudado de los escritos literarios porque en
ellos ha podido encontrar revelado un saber sobre el alma humana y de los intrincados
caminos del deseo. Sigmund Freud era un gran conocedor de la literatura, tanto
clásica como de su tiempo. Tan sólo el número de literatos que cita a lo largo
de su obra es mayor que el de filósofos y psicólogos juntos. Lo mismo podría
decirse en el caso de Jacques Lacan, quien acudió a los grandes escritores a lo
largo de toda su enseñanza. La literatura le ha enseñado mucho al
psicoanálisis.
No sólo el saber analítico ha
bebido de las fuentes literarias, sino que el énfasis que éste hace en las
palabras y sus efectos “mágicos” tiene algo de poético, algo que lo acerca más al
arte que a la ciencia. Una anécdota lo demuestra. Al publicarse en 1895 Estudios sobre la histeria, la recepción
entre los medios científicos y médicos no fue nada satisfactoria. Las críticas
no se hicieron esperar. En cambio, la reseña más favorable fue escrita por
Alfred von Bergner, un poeta, historiador y crítico de literatura. A su
parecer, la teoría expuesta en ese libro no era otra cosa sino el género de
psicología utilizado por los poetas. La verdad tiene estructura de ficción
porque pasa por el lenguaje, dijo alguna vez Lacan. Y toda ficción es una
invención que lleva algo de verdad, como en la literatura y en el psicoanálisis.
Existen otras situaciones que han
dado lugar a una literatura en particular que últimamente ha llamado más mi
atención. Me refiero a cuando los escritores toman la pluma ―o el procesador de
textos, en esta era digital― para relatar parte de su experiencia de análisis.
Tal podría ser el caso de Una temporada
con Lacan (1989) del novelista francés Pierre Rey. En tanto escritor, Rey
no pretende hacer teoría a partir de su propio análisis, únicamente ofrece un
testimonio por medio de anécdotas, situaciones trágicas y cómicas,
posicionamientos subjetivos muy diversos, entre otros elementos que entrelazan
novela, teoría analítica y autobiografía. Tal parece que escritura novelística
tiene el potencial para reflejar más la experiencia analítica que toda la
teoría junta.
Y algo similar ocurre con el
libro Algo que contarte (2008) de
Hanif Kureishi. Sólo alguien que haya pasado por la experiencia de análisis
―diez años, como él mismo lo declaró en una entrevista― podría ser tan atinado
en sus retratos literarios de lo que sucede en la situación analítica. ¿Cuánto
hay de autobiográfico en su escritura? ¿Cuánto de ficción? Al fin de cuentas,
eso no importa. Los diversos elementos se imbrican, se anudan y se enredan para
dar lugar a un discurso nuevo. El propio Kureishi se permite hacer una
reflexión sobre esta situación, al comentar que el análisis era parte de la
cultura literaria, pero que la literatura se tragaba al psicoanálisis, al igual
que una ballena se traga un boquerón. Y concluía con una pregunta que dejo
abierta: “¿Qué gran artista no ha sido consciente del inconsciente, que no fue
descubierto por Freud, sino cartografiado por él?”.
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